"Al final seremos como el
Barcelona. Nadie nos querrá ver. Corremos el riesgo de aburrir. Estos jugadores
se pasarían el balón hasta en la línea de gol"
- Franz Beckenbauer, Presidente de
Honor del Bayern de Múnich, después del empate entre su equipo y el Arsenal por
los octavos de final de la UEFA Champions League.
Mucho se ha pretendido, sobre todo en
la actualidad, en comparar los estilos de juego de los equipos de fútbol con la
música. A Josep Guardiola se le supone como uno de los virtuosos del balompié
tras haber ganado todo -y de qué manera- lo que fue posible con su Barcelona.
El Barcelona de Pep Guardiola fue un
equipo que encontró en la sucesión continua de pases -o los rondos, como les
llaman en España- la manera ideal de implantar un estilo que fue referencia en
el mundo desde el 2008 hasta el 2012, tiempo en el que el catalán fue
entrenador del equipo culé. Musicalmente hablando, era como escuchar bella
música clásica y quedar encantado viendo una y otra y otra vez a los jugadores
tocar y tocar y tocar el balón con tanta clase que hasta los porteros rivales
podrían aplaudir luego de haberles marcado gol
.
Pero seamos honestos: todo el mundo
no se aguanta hora y media de música clásica. Tal vez fue el caso del ‘Káiser’
acostumbrado a ver a su equipo arrasar de manera literal. Quizá a Beckenbauer
lo que le gusta es el rock pesado. A lo Rammstein, vamos.
Y es que el Bayern es un club
diseñado para nunca perder. Aunque es relativamente joven, los títulos en su
haber dan buena cuenta de ello. Cinco copas de Europa -tres de ellas en forma
consecutiva-, veinticuatro ligas alemanas, dieciséis copas domésticas… Sumado a
un enorme poder financiero que le ha permitido arrebatar los jugadores estrella
de sus rivales.
La silla del entrenador es una silla
eléctrica dado el enorme palmarés que posee esta institución. Louis van Gaal,
por ejemplo, fue puesto en entredicho luego de perder la final de la Champions
ante el Inter de Milán en 2010 aún después de haber ganado la Bundesliga y la
Copa de Alemania. Sería cesado la temporada siguiente dejando al equipo en
cuarta posición.
Jupp Heynckes, el entrenador antes de
Pep, consiguió robar la referencia mundial al Barcelona luego de noquearle 7-0
en el marcador global de las semifinales con una presión continua sofocando al
rival de tal forma que uno no puede dejar de imaginar la escena con un riff de
guitarra como banda sonora.
Pero llegó Guardiola, un Vivaldi del
fútbol. Acostumbrado a la intensidad pero con acordes diferentes como lo hizo
en su día en la Ciudad Condal. Es entrenador de un equipo que a la fecha le
lleva 20 puntos de ventaja al segundo clasificado de la liga. Pero algunos no
les gusta el juego. El ídolo Franz ha puesto el grito en el cielo
considerándolo digno de hacer la siesta. A algunos les gusta ganar pero el cómo
es el que sazona la victoria. Aparentemente a Pep le hace falta más guitarra,
bajo y batería que violines. O al menos, así piensa
Beckenbauer.
Este es un aporte de @an_dario
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