Martes de 8 de abril de 2014. Stamford
Bridge, barrio de Fulham, Londres, Inglaterra.
Minuto 87. Tras un mal despeje en el área del Paris
Saint Germain, el balón queda al espacio del delantero del Chelsea Bemba Ba
quien lo mete al fondo de la red. Victoria parcial, 2-0. Marcador global, 3-3.
El gol en Paris le da el pase al dueño de casa a las semifinales de la UEFA
Champions League. En la banda está él, quien instantáneamente después del gol
corre enloquecido al banderín de corner donde celebran sus dirigidos. Sabe que
está hecho. Sabe que lo ha conseguido. Lo ha vuelto a hacer. Es José Mourinho.
Después de tres años desgastantes para la que fue su
tropa en Real Madrid y para él mismo, volvió a Londres a una de sus viejas
casas. En Chelsea lo esperaba una plantilla que no fue confeccionada para él
-quizás para Pep Guardiola, uno de sus grandes rivales en la pizarra-. Tenía
que trabajar con lo que tuviese. Quizás ya no habrías más oportunidades después
de haberse “devaluado” en España.
Pero lo volvió a hacer. Nadie daba un peso por él y
más aún después de ser abatido en el partido de ida por uno de los más grandes
proyectos del fútbol europeo. Un 3-1 en Paris era una loza muy grande pero
nadie contaba con él. Y hacían mal porque él es un viejo zorro. La Champions es
su hábitat. Ahí pocos saben moverse con tanta soltura como él. Mourinho está en
semifinales de la Copa de Europa y amenaza con hacerse de ella.
Pero, ¿cómo? Si la plantilla no era para él, ¿cómo lo
ha conseguido si esa es la materia prima?
José Mourinho, una vez más, ha demostrado ser un
maestro de cómo dirigir vestuarios siempre que en ellos habiten gregarios y no
patricios. Pasó en Oporto, pasó en Londres, pasó en Milán. Aunque sus
plantillas fueran compuestas de jugadores altamente valorados en precio,
siempre habían soldados dispuestos a pelear por su general. Una vez se marchó,
sus dirigidos mostraban su aprecio por él. Madrid fue la excepción: tres años
de fricción entre sus entrenados y él; una Copa, una Liga y una Supercopa; y el
eterno rival ganando más títulos que siempre. Aunque allí dejó una
congregación, pocos tienen ganas de verlo de nuevo.
Le queda un escalón a Mourinho para hacerse con
Europa. Le esperan rivales con los que tuvo algún desencuentro: El Bayern del
citado Guardiola, el Manchester United -el cuál pretendió-, El Barcelona -su
primera casa aunque lo detestan-, el mismísimo Real Madrid y su técnico
Ancelotti. Morbo no faltará pero eso a él no lo asusta, más bien lo motiva.
Pero, ¿cómo ha sido posible que lo volviera a hacer?
Pues que lo responda él mismo:
Mostro!
Este es un aporte de @an_dario
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